La experiencia del secuestro, tiene características muy particulares y dependiendo de varios factores, entre ellos:
- Los autores del secuestro
- El tipo de secuestro
- El tiempo en cautiverio
- Las condiciones alimenticias, sanitarias y emocionales que se recibían de los secuestradores
También depende de cómo sea el entorno y personalidad de la persona secuestrada, como:
- Las fortalezas y recursos psicológicos previos del cautivo
- La edad
- La presencia de experiencias traumáticas previas
- Su lugar y rol dentro del núcleo familiar
- Sus redes de apoyo afectivo y social
Muchas veces se afirma que el miedo a morir se convierte en un fantasma permanente y que acompaña a la víctima independientemente del trato recibido por los secuestradores y seguirá presente aún después de haber sido liberado. Es un temor que está relacionado con que la persona no esté preparada para enfrentar amenazas reiteradas de muerte ni situaciones extremas de guerra o violencia. Es una experiencia brusca que causa un daño psíquico por el impacto de dicha experiencia y puede ocasionar trastornos en su funcionamiento normal, pensamientos, emociones, conductas y capacidades.
Se suele perder la sensación de control sobre la seguridad propia. Se recuerdan muchos detalles de la situación, o las sensaciones vividas en los momentos del suceso, con gran viveza, con gran intensidad, y con una alta frecuencia. Esas sensaciones visuales, auditivas, táctiles quedan profundamente grabadas en la memoria y poseen una alta relevancia entre cualquier otro recuerdo.
En la mayoría de los casos, la familia entera puede ser afectada. Pueden experimentar temor y dolor por su preocupación por la víctima. Los familiares pueden presentar algunos síntomas parecidos y algunos miembros se les puede dificultar la comunicación con la persona con estrés postraumático. Puede haber dificultades del sueño o abuso de sustancias en los familiares.
Es necesario reconocer que la persona ha sido víctima de una fuerte invasión de su espacio vital y que no le va a ser fácil expresar todas sus emociones, ni contar todas sus experiencias, ni retomar roles que eran propios antes de su secuestro. Se entra en un periodo de re-adaptación donde la persona debe re-colocar la experiencia vivida, asumirla y asimilarla; y a partir de ahí reconstruir su equilibrio psicológico.
La familia, amigos y demás seres queridos son muy importantes en éste momento, pero más lo es la ayuda especializada, porque los secuestrados necesitan hablar con alguien que les escuche sin implicaciones emocionales y con los conocimientos suficientes para ayudarles a dar una explicación a lo que pudieran estar sintiendo (rabia, desolación, impotencia, miedo a que pueda ocurrir de nuevo, etc.) y están viviendo (reacciones ante ruidos, insomnio, extrañeza a dormir de nuevo en su cama, a las luces, etc.); y dotarles de las herramientas necesarias para procesarlo.
El proceso es lento y costoso para la víctima y su familia, y es necesario asumir que una experiencia tan dramática les marcará a todos para el resto de su vida; pero con el paso del tiempo si existe una actitud positiva, ésta, como otras experiencias, se integrará y servirá al individuo para “crecer” como persona (por ejemplo conocerá mejor cuáles son sus capacidades y/o sus límites).
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